“Ustedes deben enseñar a sus niños que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos. Para que respeten la tierra, digan a sus hijos que ella fue enriquecida con las vidas de nuestro pueblo. Enseñen a sus niños lo que enseñamos a los nuestros: que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurra a la tierra les ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo, están escupiendo en sí mismos.

 

La tierra es preciosa, y despreciarla es despreciar a su creador. Los blancos también pasarán; tal vez más rápido que todas las otras tribus. Contaminen sus camas y una noche serán sofocados por sus propios desechos.

 

Lo que ocurra con la tierra recaerá sobre los hijos de la tierra. El hombre no tejió el tejido de la vida; él es simplemente uno de sus hilos. Todo lo que hiciere al tejido, lo hará a sí mismo.”

 CARTA DE UN JEFE PIEL ROJA SEATLE AL PRESIDENTE DE EEUU. (1855)

 

 

La sabiduría natural es inherente al ser humano, pero decae en la medida en que no se practica. Cuando una persona mantiene un vínculo directo con la naturaleza termina imbuido de su sabiduría ancestral. Siempre fue así. Los pueblos que conservan una relación directa con la tierra son capaces de entender, con mayor claridad, no solo la necesidad de su conservación, sino   de valorar las pequeñas cosas para vivir alejados de la artificialidad del mundo. Las ciudades no solo albergan mayor contaminación ambiental; también, y quizá en mayor medida, contaminación mental.

Las grandes urbes albergar un mayor grado de conocimiento técnico, pero en ellas abundan personas alejadas de la característica humana fundamental; seres de una gran capacidad científica, pero incapaces de sentir emociones. Esto es aplicable a todas las profesiones de despacho. De manera destacada, a todos los que se mueven en el campo de la política oficial. Puede haber personas muy eficaces en sus respectivos cargos y responsabilidades, seres con gran capacidad para seducir, pero carentes de alma. Donald Trump y Elon Musk son un buen ejemplo de ello. Pero no hay que ir tan lejos: están por todos lados; algunos y algunas muy cerca.  Ya Serrat nos lo dice en una de sus canciones:

 

Probablemente en su pueblo se les recordará 

 como a cachorros de buenas personas, 

que hurtaban flores para regalar a su mamá

 y daban de comer a las palomas.

Hijos del demonio, no tienen otro dios
que la codicia, ni más ley que el mercado
ni otra enseña que la de curso legal,
entre esos tipos y yo hay algo personal

 

Cuando estos individuos, además, manejan una alta capacidad de influencia sobre la sociedad a través de los grandes medios de propaganda, terminan contagiando su veneno. Como nos dice Malcom X:

 

“Los medios de comunicación son la entidad más poderosa del planeta. Tiene el poder de hacer al inocente culpable, y al culpable inocente, y eso es poder. Porque ellos controlan las mentes de las masas”.

 

El problema de los medios nos es la propagación de la mentira en favor de las clases dominantes, el verdadero problema está en la escasa capacidad de la población para neutralizar las falsedades.

 Las grandes corporaciones que dirigen el mundo invierten grandes sumas de dinero en el campo de la neurociencia. Ya saben perfectamente cómo funciona el sistema nervioso para producir y regular las emociones, los pensamientos y las conductas, tanto a nivel individual como colectivo. Llevan muchos años estudiándonos. Conocen a la perfección nuestra psiquis, y en función de ello se activan mecanismos psicológicos apropiados para “orientar” la conducta humana en función del interés de una minoría de ricos. 

Esa es la realidad. Documentales, películas, novelas, ensayos y sesudos tratados se crean a diario para perseguir ese objetivo. Para ello tienen dispuestos, por supuesto, grandes premios. Afortunadamente abundan estudios que confrontan esa basura. Pero todo está controlado: tienen los mecanismos adecuados para desacreditar, difamar y destruir al que se ponga en contra. De ello hay miles de ejemplos.

Y tienen una gran aliada a su servicio: la indiferencia; la neutralidad; el desapego de la mayoría de la población hacia el compromiso social. Que lógicamente está bien alimentado desde fuera. Todo al servicio de la minoría que dirige el mundo.

Como nos dice el hermano piel roja:

 

“El hombre no tejió el tejido de la vida; él es simplemente uno de sus hilos. Todo lo que hiciere al tejido, lo hará a sí mismo.”

Ser o no ser

Manolo Cabrera

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